#NoticiasRBN || Colombia llora la partida de Miguel Uribe Turbay: un adiós marcado por el dolor y la lucha contra la violencia política 💔

 


El Salón Elíptico del Capitolio Nacional, escenario habitual de debates y leyes, se convirtió desde anoche en un santuario de duelo. Allí, entre flores blancas y pañuelos alzados en señal de paz, reposa el féretro de Miguel Uribe Turbay, cubierto con la bandera de Colombia.

El ambiente estaba cargado de una tristeza que parecía impregnar las paredes. María Claudia Tarazona, su esposa, acariciaba el ataúd con manos temblorosas, como si quisiera retenerlo un instante más. Su padre, Miguel Uribe Londoño, no levantaba la mirada; su postura encorvada hablaba de un peso que no es solo físico, sino de una cadena de tragedias que lo han golpeado sin tregua: la muerte de su esposa, luego la de su madre, y ahora la de su hijo. María Carolina, hermana de Miguel, intentaba mantenerse erguida, pero sus ojos reflejaban la fatiga emocional de quien ha despedido a demasiados seres queridos en muy poco tiempo.





La escena era íntima, pero también profundamente pública. En medio del dolor familiar, las figuras más relevantes del país desfilaban para rendir homenaje: senadores, ministros, alcaldes, exmandatarios como Juan Manuel Santos, y ciudadanos que acudieron para despedir a un político joven que parecía destinado a grandes retos. El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, estuvo presente, así como miembros de todos los partidos.

Las palabras de la vicepresidenta del Senado, Ana Paola Agudelo, fueron directas: “Nos deja un vacío enorme en nuestros corazones y en el Congreso. Su pérdida es irreparable para Colombia”. El presidente de la Cámara, Julián López, hizo un llamado para no ceder ante la criminalidad y honrar la memoria de Uribe combatiendo la violencia.

Miguel Uribe Turbay tenía 39 años. Nieto del expresidente Julio César Turbay, fue concejal de Bogotá a los 26, secretario de Gobierno de Enrique Peñalosa y senador más votado del país en 2022. Desde el Congreso se convirtió en una de las voces más críticas del gobierno de Gustavo Petro, quien, al confirmar su muerte, la calificó como “una derrota para Colombia” y decretó duelo nacional, izando a media asta la bandera en la Casa de Nariño.





El 7 de junio, mientras pronunciaba un discurso en el barrio Modelia de Bogotá, fue víctima de un atentado. Permaneció hospitalizado por más de dos meses, en una lucha por su vida que el país siguió con atención, hasta que finalmente, la noticia de su fallecimiento sacudió la esfera política y social.

Durante tres días, su cuerpo permanecerá en cámara ardiente en el Capitolio. El miércoles, al mediodía, será trasladado a la Catedral Primada para sus exequias. El lugar elegido para este adiós no es casual: en ese mismo Salón Elíptico fueron despedidos su abuelo, el expresidente Turbay, en 2005, y su abuela, Nydia Quintero, apenas el pasado 30 de junio.





Más allá de las ceremonias, la imagen que queda grabada en la memoria colectiva es la de una familia rota: un padre abatido, una hermana exhausta de dolor y una esposa que deberá criar sola a su hijo Alejandro, aferrada a los recuerdos de quien fue su compañero de vida. En las calles y redes, el duelo se mezcla con la indignación de un país que revive los fantasmas de los magnicidios y que, una vez más, se pregunta cuántos líderes más deberán caer para que la violencia deje de dictar el rumbo de su historia.

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