Periodismo bajo amenaza: La lucha de 'Tachi' Nieto contra la corrupción en Fundación



Fue amenazado de muerte el periodista de investigación Francisco “Tachi” Nieto, veedor ciudadano y periodista de Fundación (Magdalena), quien desde 2018 ha hecho lo que las instituciones se niegan: desnudar la podredumbre de los contratos públicos.

El 30 de julio de 2025 encontró una nota con la sutileza habitual del hampa política: “No te metas en nada. Quédate quieto. No te lo avisamos más”.

Un día después, un hombre desde un número privado le advirtió: “Deja de mover esas denuncias”.

La Fiscalía radicó la denuncia con el número 2025080300530. Bien por la radicación; lástima que los expedientes en Colombia sirvan más para acumular polvo que para impartir justicia.

Algunos casos denunciados son los siguientes:

– Acueducto de Doña María: Regalías por $1.600 millones enterradas en tierra seca. La Contraloría lo catalogó como un elefante blanco.

– Vías urbanas (2020–2023): Proyecto de $5.000 millones con presuntas falsedades contractuales y peculado.

Hospital San Rafael:

– Contratos dudosos bajo la exgerente Diana Celedón, incluyendo uno con un falso intensivista.

– El escándalo del bebé fallecido entregado en una caja de cartón, símbolo de la negligencia y el desprecio por la vida.

Nombramiento irregular del gerente Sergio Aragón Cotes.

– Fundación Bastidas–ICBF: Contrato por $4.000 millones para programas sociales que no llegan a los niños de Fundación ni de Aracataca.

Denunciar en municipios como Fundación es convertirse en una amenaza al orden natural del clientelismo, pues mientras el periodista teme por su vida, los mismos actores políticos y contratistas siguen intocables, blindados por la impunidad estructural que describía Alejandro Nieto: un Estado capturado por mafias disfrazadas de instituciones.

Nieto lo resume con amargura: “Si hubiera sabido que denunciar traería consecuencias, jamás hubiera interpuesto alguna”. Su miedo es legítimo; su labor, necesaria. Mientras tanto, la Fiscalía invita con jingles patrióticos a denunciar la corrupción, pero no garantiza protección ni justicia.

Frente a este panorama asfixiante, no queda otra que mirar hacia el civismo como revolución silenciosa. Cada ciudadano que respeta lo público, que denuncia, que no se calla ni aplaude al corrupto, está construyendo la muralla que las instituciones se niegan a levantar.

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